martes, 11 de diciembre de 2007

La mujer moderna más alta del mundo.


Medir casi dos metros y medio sin duda otorga a un personaje lo que los franceses llaman le physique du rôle: no se puede ser tan alto y no ser extraordinario. En la vida real, Anna Swan, nacida el 7 de agosto de 1846, en New Annan, Nueva Escocia, se convirtió en una de las mayores atracciones del famoso circo de P. T. Barnum en Nueva York; murió 42 años más tarde, el 5 del mismo mes. En la ficción, las fechas son iguales, pero los acontecimientos de su vida adquieren matices más coloridos y vehementes. Apenas nacida, la niña Anna se convierte en una celebridad mundial, conocida "hasta en Boston"; adolescente, es desvirgada con un cerámbano de 17 pulgadas, esgrimido por un enano vicioso; a los pocos años, descubre que no es la única de aquella raza inmensa y antigua, y se encuentra con otros gigantes que la seducen y la aterran, como el escocés Angus McAskill y Martin van Buren Bates, el Gigante de Kentucky, con quien se casa; ya adulta, se somete a un examen médico durante el cual varios sabios intentan medir su sexo; la reina Victoria quiere conocerla y Su Majestad se pasea ensimismada entre las colosales piernas; inteligente, Anna lee a Emerson, a Whitman, a Darwin y es una temprana defensora de los derechos de la mujer; iluminada, redacta reglamentos de conducta para uso de "gente normal" en presencia de seres extraordinarios. Por ejemplo, estas recomendaciones de "cómo comportarse en compañía de gigantes". "No preguntes '¿qué tal tiempo hace por ahí arriba?' ni digas que lo bueno viene en embalajes pequeños". "No hables en voz alta como Gulliver, que seguía siendo pequeño aunque pareciera grande". "No embauques a los gigantes para tomarles medidas. Los gigantes mienten sobre su altura: es una manera de agradar al mundo. Nada que ver con la educación, sólo por temor y por humildad". "No hiervas carne de gigante para hacer puentes con sus huesos, ni siquiera en tu imaginación".

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